Domesticación o Guerra

Publicado el 18 de octubre de 2023, 17:14
Domesticación o Guerra . Diálogo y paz

¿Tenemos los humanos una predisposición hacia la violencia y hacia la guerra? ¿Somos seres sociables o conflictivos?

 

Se puede contar la historia de la Humanidad como una sucesión de guerras y conflictos que podemos leer en los libros. Pero a partir de la guerra de Vietnam (1955-1975), que fue el primer conflicto armado televisado, podemos seguir las guerras a través de todos los medios de comunicación social. Sin embargo, esa publicidad, muchas veces morbosa, fue también la causa del nacimiento de Flower Powerun movimiento por la paz mundial. Esto significó que para los norteamericanos y sus aliados fuera más complicado iniciar una guerra entre estados debido a la oposición de la opinión pública. Quizá haya sido este periodo el de mayor pacificación de la historia, al menos a gran escala. Esto demuestra que los movimientos sociales son más eficaces que los líderes que nos gobiernan a la hora de construir la paz.

 

Hoy, con profundo dolor, asistimos a la retransmisión de dos conflictos que exigen la mirada del mundo: la invasión de Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina. Si hay una característica dominante de estos conflictos es el saqueo, la vejación, la violación y la matanza de los indefensos inocentes. Nuestra responsabilidad como seres humanos es la de estar al lado de los que más sufren, dejando al margen, las banderas, los colores, la ideología... Decía Henry Miller que “Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. Muere el hombre, muere el ser. Necesitamos de líderes que sean auténticos pacificadores y que hagan de la palabra su mejor arma. Desgraciadamente las guerras las deciden unas pocas personas y arraigan con facilidad en tierras abonadas de odio, opresión e injusticia.

 

En teoría todos hemos sido socializados; es decir, hemos  aprendido, adquirido e interiorizado valores sociales, normas de comportamiento, usos y costumbres que nos permiten vivir en una comunidad en paz. Está claro que los niveles de socialización difieren entre individuos y es por eso que existen comportamientos de todo tipo. Incluso hay personas, aparentemente socializadas, que en realidad no lo están. Aparte de todos los agentes sociales, que favorecen la socialización, el factor más importante es la predisposición del individuo que emana de nuestras necesidades vitales de supervivencia, aceptación y pertenencia. En otras palabras, estamos naturalmente predispuestos a la socialización. Así explicado, suena todo como muy perfecto y muy planificado.

 

Sin embargo, se especula con que el ser humano llegó a la socialización después de un proceso de domesticación o autodomesticación. Desde una caracterización simplista, pero pedagógica, la naturaleza humana tiene dos comportamientos extremos: el de la sumisión y pasividad de los corderos y el de la agresividad y dominancia de los leones. Según el paleoantropólogo John D. Hawks, Wrangham[1] la domesticación es un proceso por el que los individuos de una especie controlan mucho su predisposición a una agresión reactiva[2].Únicamente cuando no hay percepción de amenaza es posible el trabajo en común, la colaboración, el aprendizaje y la enseñanza. Así, en ambientes familiares tendemos a reprimir nuestras reacciones agresivas ante las provocaciones de los demás. Por eso, para la vida comunitaria, no sólo es necesaria la paz, sino un ambiente justo que haga posible la convivencia. Y eso solo se consigue cuando los individuos no solo reprimen sus instintos agresivos y antisociales, sino que además cultivan otros valores necesarios que hagan realidad una paz sostenible y duradera en el tiempo.

 

La domesticación propició que los humanos pudiésemos vivir en comunidad y trabajar juntos, creando una cultura potente de conocimiento e innovación que se fue transmitiendo generación tras generación. Parece que el proceso de autodomesticación humana no fue algo idílico. Básicamente consistió en ejecutar a los varones más propensos a la agresión reactiva, a los déspotas, a los antisociales, a los iracundos, a los matones, a los aficionados a lo ajeno… y en general a todos los que mostraban un rasgo psicopático. Miembros del grupo se coaligaban conformando una superioridad abrumante sobre el objetivo a asesinar. Eran procesos deliberados de eliminación de los individuos inadaptados a la vida social, coaliciones de agresión proactiva con un objetivo definido: la eliminación de los individuos más agresivos que dificultaban la cohesión de los grupos. Este mismo proceso se practicaba para la domesticación de animales, mediante la selección de los ejemplares más dóciles y menos agresivos. Los diversos cruces en el tiempo daban como resultado una población de animales más adaptada a la convivencia con los humanos. Quizá, en este proceso de autodomesticación se encuentre el origen de un sistema de control social y de gobierno basado en unas reglas. Hoy prácticamente hacemos lo mismo con las personas que no cumplen con las reglas: las encerramos y las privamos de libertad. Se cree que la aparición del lenguaje coincide con la domesticación humana, pues la conspiración no podía llevarse a cabo si los conspiradores no podían comunicarse entre sí. El lenguaje parece necesario para el asesinato planificado de un miembro del grupo y para compartir con los demás una decisión colectiva, aunque fuera ejecutada por la mano de uno en particular (recordemos la historia de Bruto contra César).Sea como fuere el comienzo de la socialización, la domesticación se debió a los individuos que mostraban los rasgos más “domésticos” tales como menor agresividad, la cooperación, la tolerancia hacia los demás, la capacidad de comunicación y la predisposición a vivir en grupos más grandes y organizados.

En consecuencia, el proceso de socialización fue un proceso de búsqueda de la armonía, eliminando los elementos que eran disonantes con la paz, la cooperación, la tolerancia y el bienestar de la comunidad. Nuestra naturaleza social ha buscado preservar siempre los valores que hacen posible la vida en armonía y paz. Por otro lado, la historia de la humanidad ha estado plagada de líderes agresivos y tiranos que han obtenido el poder y sometido a sus súbditos. Esto demuestra que preservar la armonía y la paz es algo mucho más complejo de lo que parece.

 

Y hoy estamos en este punto en el que líderes políticos, grupos e incluso pueblos piensan que el sonido de los misiles tiene más poder que las palabras y el diálogo. Los nacionalismos, las ideologías y la religión son utilizados como catalizadores de los conflictos. Pero no me cabe la menor duda de que los líderes que deciden las guerras están motivados por dos fuerzas amorales: la riqueza y el poder. El poeta y filósofo francés Paul Valèry lo explicaba de esta forma:  La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran.

La violencia engendra violencia. La guerra promueve guerra. Y la paz solo se construye sobre la justicia, la igualdad, la solidaridad y el bien común. Y es muy probable que nuestros líderes políticos en el planeta no estén lo suficientemente bien “domesticados” y no controlen su predisposición a la agresión reactiva, aparte de  sus motivaciones egoístas. Por eso, confío más en los movimientos sociales que claman por la paz, por la verdadera paz. No aquella que cierra los conflictos en falso y que esconde intereses particulares. La construcción de la paz puede tardar años, pero precisa de unos buenos fundamentos.

Dada nuestra naturaleza humana, ante la violencia nos decantamos, tomamos partido y permitimos liberar algo de nuestra predisposición reactiva a la agresión. Los bandos no son buenos porque ponen énfasis en aquello que nos separa. Por el contrario, poner el acento en lo que nos une derriba los muros y las barreras. Las ideologías, las religiones y los intereses económicos no son valores universales porque representan la subjetividad de individuos o grupos y, por lo tanto, jamás podrán consolidar la convivencia.

 

La construcción de la paz se logrará en la medida que autocontrolemos nuestra predisposición agresiva y eliminemos la percepción de amenaza a nuestro prójimo (próximo). Y utilicemos la palabra  como la única arma. Sólo así es posible  el trabajo por el bien común, la colaboración, el aprendizaje, la convivencia y la paz. La autodomesticación es acostumbrase a vivir en armonía en la casa común.

 

¡Seamos más domésticos!

 

¡Hagamos la paz y no la guerra!

 

 

 

[1] Wrangham R., The Goodness Paradox: The Strange Relationship Between Virtue and Violence in Human Evolution, Pantheon, 2019

[2] La propensión a la agresión reactiva se refiere a la tendencia de una persona a responder agresivamente ante situaciones percibidas como amenazantes o desafiantes.

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