No son buenos tiempos para la empatía

Publicado el 3 de noviembre de 2023, 11:47

No son buenos tiempos para la empatía  porque si algo caracteriza a nuestra época es el individualismo, el hedonismo y el consumismo.Todo lo contrario a lo que la empatía representa, pues es cooperación y generosidad. La empatía nos conduce hacia los demás. Es una capacidad que permite iden­tificar y comprender las emociones y los sentimientos de los demás; pero no desde la distancia, sino desde el com­promiso y el respeto, pues de alguna manera se participa de esas emociones y sentimientos. Coloquialmente ha­blando, decimos «ponerse en los zapatos de otro» para darnos la idea de su magnitud y significado. La palabra empatía fue tomada del griego (empatheia) por parte de la psicología a principios del siglo XX y está formada por el prefijo en- que significa «dentro» y la raíz -pathos que alude a «pasión», padecimiento, sentimiento e incluso enferme­dad. Por consiguiente, mi traducción libre la expresaría como ponerse en el alma de otro. A mi entender es un don y la más grande de las habilidades sociales. Por supuesto que se puede cultivar, pero hay individuos que por su personalidad tienen una facilidad especial para empatizar con los próximos. Es realmente una gran virtud, una conexión que va más allá de la simpatía. Obsérvese que simpatía, también del griego (sympatheia), comparte la misma raíz que empatía; sin embargo, el prefijo syn- que significa «reunión, convergencia» le confiere un sentido totalmente distinto. La simpatía se produce entre personas con las que coincidimos en gustos, valores, ideas de la vida, opiniones… pero no va más allá. No obstante, nos resultará más fácil ser empáticos con las personas a las que conocemos y con las que compartimos esa simpatía.

 

La empatía es un tipo de sensibilidad que permite entender las situaciones desde el punto de vista de la otra persona y conocer sus sentimientos sin que nos los diga. Bueno…, en realidad nos lo dice por medio de sutiles se­ñales de comunicación, relacionadas con todos los cambios físicos que se producen en su organismo; porque el lenguaje corporal se expresa y no puede callar (los ojos, la mirada, el rostro, la boca, el tono de la voz, el movimiento de brazos y piernas, la respiración, la sudoración, el sonrojo…). Conseguir captarlo parece algo complicado, pero en realidad no lo es tanto si hemos desarrollado las competencias emocionales descritas más arriba cómo el autoconocimiento y el autocontrol. Si no somos capaces de entender nuestras emociones y sentimientos y de contro­larlos de manera a adecuada, ¿cómo vamos a ser capaces de entender las emociones y los sentimientos que se producen en los demás? Este tipo de sensibilidad es muy necesaria para desenvolvernos socialmente. Por lo general, las personas con las que nos relacionamos no nos cuentan cómo se sienten, qué les preocupa o si en realidad están tristes, aunque no lo parezca.

 

La única forma que nos va a permitir avanzar para crear lazos sólidos, ganar influencia o, simplemente, para ayudar a los demás es el desarrollo de competencias emocionales. Sin ellas nos quedaremos en relaciones su­perficiales; en realidad, desconectados. Los sordos emo­cionales abundan; son incapaces de atisbar siquiera un mínimo de sentimientos ajenos. Los torpes emocionales quizá son peores porque interpretan en una dirección equivocada los sentimientos de los otros o los estereotipan desde la falta de compromiso e indiferencia. Por el contrario, cuando una persona es consciente de que en­tendemos su alma, sus sentimientos, lo que ocurre en su interior, automáticamente se crea un vínculo emocio­nal con esa persona y se genera una confianza que le proporciona tranquilidad y sosiego en un momento emo­cional, seguramente, complicado. Mostrar empatía no solamente ayuda a resolver los problemas de otras personas, sino que implica grandes beneficios para ti mismo. En primer lugar, te ayuda a sentirte bien, entiendes tu valor como persona y refuerza tu autoestima. Por otro lado, desarrollas habilidades sociales y de comunicación, ganas influencia positiva en los demás, obtienes respeto y consideración y estimulas tu inteligencia emocional. Es una capacidad que se puede cultivar con relativamente poco esfuerzo, pero exige sinceridad y entrenar una serie de habilidades, tales como la observación. Todos conoce­mos personas sumamente distraídas que no se fijan en casi nada de lo que ocurre a su alrededor; tienen una percep­ción muy generalizada que no repara en los detalles y funcionan con el mínimo de información. En el otro lado están las personas que tienen una percepción a base de detalles, lo registran todo y reciben gran cantidad de información. Son las típicas personas que nos dicen: ¿no te has dado cuenta de…?

 

Para el desarrollo de la empatía necesitamos esforzar­nos en captar todas las señales del lenguaje corporal de las personas. Empieza por mirar a los ojos; eso hará que te centres en la persona y te darás cuenta de la cantidad de detalles que puedes captar. Es como aprender a leer, no las palabras, sino los gestos. La observación no sólo es útil para el desarrollo de la empatía; también nos ayuda a entender los objetivos y las intenciones de los demás y cómo nos pueden estar afectando. Lo que las acciones hablan, las palabras callan. Es por lo que el lenguaje corporal se impone siempre sobre el verbal. El nivel de congruencia entre lo que se dice y lo que se hace es un generador de confianza o de desconfianza en las relaciones interpersonales.

 

Si eres capaz de expresar con tus palabras lo que otra persona te ha transmitido y ella te da su conformidad, entonces, seguro que has realizado una escucha activa, que es otra de las cualidades de las personas empáticas. Te animo a que realices un ejercicio cuando tengas una con­versación relevante con un compañero de trabajo o un amigo. Para mí hay tres niveles de escucha o de lectura: lo que dicen las líneas, lo que hay entre líneas y lo que está detrás de las líneas. Cada uno de estos estados represen­tan un nivel de profundidad y también de información. Así pues, cuando hables con esa persona hazte las siguientes preguntas: ¿qué me dice? (esto es lo denotativo), ¿qué me quiere decir? (esto es lo connotativo) y ¿cuáles son los valores, las creencias que hay detrás de lo que estoy escuchando? (esto es el ser, la esencia de la persona con la que hablas). Verás cómo la información que recibes es mayor y de más calidad.

 

La objetividad es otra de las cualidades de las perso­nas empáticas. Por definición somos subjetivos y casi todo lo que nos llega es filtrado por nuestra percepción, por nuestras emociones, sentimientos, valores y creencias. Nos cuesta tomar distancia de las cosas y tendemos a prejuzgar los comportamientos de los demás según la medida de nosotros mismos; por lo que debemos esforzarnos en ser respetuosos y tolerantes, aunque no entendamos los com­portamientos ajenos. Nosotros no somos la medida de todas las cosas. Esto nos lleva a otras características de la empatía como la comprensión, la tolerancia y la solidari­dad; es decir, las ganas de ayudar a personas que padecen y lo están pasando mal.

La sinceridad es una cualidad que tiene gran valor en muchos ámbitos, pero que en el caso de la empatía es una condición sine qua non[1]. He conocido a algunas personas que son expertas en empatía artificial y tratan de parecer amistosas y comprensivas cuando en realidad lo que buscan es su propio beneficio o interés. Las personas que por naturaleza somos confiadas podemos caer fácilmente en la trampa de personas que se acercan a nosotros con objetivos y agendas ocultas, aunque su falta de compro­miso hará que pronto se desvanezca la supuesta empatía. Una forma de entender si eres una persona empática es analizando hasta qué punto te sientes conmovido por el dolor o la preocupación de la persona a la que intentas ayudar. ¿Te importa de verdad o sólo es una pose de conveniencia?

Fragmento del libro Un viaje hacia el significado y propósito de tu vida, pág. 175-180

 

[1] Alocución latina que se emplea para subrayar la condición indispensable de algo cuyo significado es «sin la cual»

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Comentarios

Jose Ramon Prieto
hace un año

Estoy de acuerdo contigo, aunque buscaría un hueco para encajar otro aspecto para mí importante y alguien definió como el camino más directo para ser feliz y que no es otra cosa que la amabilidad y todo lo que supone.