Paquetes cerrados

Publicado el 26 de mayo de 2024, 18:53

Últimamente, me he encontrado situaciones en las que las personas han mostrado una nula flexibilidad, cuando la llave estaba en su mano.

 

Una de las cosas que mejor definen a esta sociedad de consumo es la uniformidad, eso que expresamos de forma coloquial: «café para todos». El resultado es que todos hacemos lo mismo, vestimos lo mismo, comemos lo mismo… y hasta pensamos lo mismo. Detrás de esta igualación está la necesidad económica de la rentabilidad porque es más barato producir un modelo único para todos los clientes, que no diversas variantes que cubran un abanico más amplio de necesidades. Pero no me voy a meter con la economía global. Con la Iglesia de nuestro tiempo hemos topado.

 

Lo que me llama la atención y, hasta cierto punto, me preocupa es que esta tendencia (ausencia de flexibilidad) ha calado en escalas de comunidades más pequeñas e incluso en actitudes individuales. Algunas personas que ofrecen productos o servicios lo hacen al estilo de las grandes corporaciones. Un ejemplo típico de esto son los menús diarios de cafeterías y restaurantes. Algunos de ellos son incapaces de realizar un pequeño cambio, bien sea en la elección de los platos o en los ingredientes de los mismos. Afortunadamente, algunos han entendido que lo que les puede diferenciar es la capacidad de adaptarse a las necesidades de los clientes. Pero esto sucede en muchos otros órdenes de la vida. Hace no mucho, contacté con un influencer para hacer una publicidad y le hacía una propuesta que incluía una pequeñísima variación. Su respuesta fue negativa con el argumento de que lo que ofrecía eran «paquetes cerrados». Detrás de él no había un comité comercial, ni una empresa que marca la política de actuación, ni tenía que rendir cuentas a nadie. La llave de ese «paquete cerrado» estaba en su mano y en su voluntad.

 

Estas y otras experiencias me han llevado a reflexionar sobre todo lo bueno que nos proporciona la flexibilidad y el escaso beneficio que nos trae el ser inflexibles o intransigentes. Es frecuente pensar que si cedemos perdemos algo y nos situamos en el terreno de la debilidad; pero nada más alejado de la realidad.

 

Visualicemos esta idea con una metáfora de la naturaleza. Imagina un día de fuerte tormenta, con lluvia, viento, truenos y descargas eléctricas. Un roble, fuerte y ufano, se enfrenta desafiante a la tormenta y a pecho descubierto. A pocos metros, al lado de un arroyo, un junco se bambolea. El junto en sí mismo es débil, pero es muy flexible y se inclina en la dirección del viento para dejarlo pasar. Cuando la tormenta termina, el junto vuelve a su posición habitual, vertical y victorioso. Por el contrario, al roble un rayo cercenó una de sus principales ramas, quedando malherido.

 

Especialmente en tiempos de dificultad, la flexibilidad puede sernos de gran ayuda. Cuando uno es intransigente y se aferra fuertemente a sus ideas, se pierden muchas cosas. Lo sustancial es que se renuncia a las muchas y diversas alternativas y se elimina la creatividad. Esto no quiere decir que uno deba olvidar sus ideales, ni sus sueños, no. Tan solo significa que para llegar a donde tú quieres hay muchas formas de hacerlo, no solo un camino. Las estrategias, los medios, son sustituibles, intercambiables, combinables… pero no así los objetivos. Y es que mucha gente confunde la estrategia con el objetivo. Admito que puedas ser estricto con tu objetivo, pero no con las estrategias. Además, hay una cuestión de fondo. La vida es fundamentalmente el camino, y hay que disfrutar de él, sin renunciar a todas las alternativas y posibilidades que nos ofrece. Nuestros objetivos y metas están en un horizonte futuro, pero mientras tanto disfrutemos de todo lo que nos ofrece el camino. Si te aferras a una idea, a una actitud, puede que te conviertas en un experto; sin embargo, te perderás muchas otras cosas buenas y valiosas. Es como el taladro, solo actúa en un punto, no obstante, profundiza mucho. Por el contrario, si tienes una actitud y un pensamiento más transversal, más horizontal, vas a descubrir cosas insospechadas y vas a disfrutar de más fortunas.

 

Lo mejor que te puedo recomendar es que seas flexible en tu vida, no por los demás, sino por ti mismo. Tu vida se teñirá de muchos colores y posibilidades y no sufrirás el estrés de haber elegido una única opción. Tu mente se volverá más divergente y creativa porque las ideas libres te conducen a otras y estas, a su vez, a otras… Además, ser flexibles nos permite adaptarnos a las situaciones cambiantes de cada día. De lo contrario, hasta los pequeños e inesperados cambios pueden provocarnos sentir angustia y frustración.

 

¿Quieres potenciar tu flexibilidad? Piensa en qué actitudes y comportamientos te han dado un buen resultado cuando has tenido imprevistos diarios o cuando has tenido dificultades para relacionarte con los demás. Cada uno de nosotros conoce lo que nos ha funcionado y lo que no. A partir de tu experiencia puedes introducir en tu vida actitudes flexibles. Por ejemplo, piensa en un día cualquiera: tus horarios, tus actividades, los tiempos que dedicas a cada cosa. Introducir cambios en lo cotidiano, poco a poco, hará que adquieras una flexibilidad general y una actitud positiva ante la vida. Es el concepto, ya popular, de los hábitos atómicos, esos que, siendo pequeños, conducen a grandes transformaciones.

 

Si decides hacer de tu vida un «paquete cerrado» te perderás de disfrutar de los colores, de los sabores, de experiencias vitales, emociones y sentimientos. Vive como el junco, unas veces erguido y orgulloso; otras, flexible y amable ante la adversidad.

 

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